martes, 10 de enero de 2012

LA ALHONDIGA

LA ALHÓNDIGA
DE HYDE A JEKYL
La sangre reseca que impregna sus dedos se oscurece bajo las uñas. La víctima está a punto de llegar. Así que se sienta y espera. Las voces suenan cerca. Es un grupo. Mejor. También en eso es un asesino diferente. Los prefiere a las parejas o a los tríos. Decidido, sale de las sombras y ataca. El grupo se dispersa presa del pánico. Y su víctima se queda sola. La luz de la ventana se refleja en el filo, justo en el momento en que realiza una parábola lateral. Con un golpe seco, acaba clavándose en el estómago de la víctima. Todo ha acabado. Suena una sirena. Objetivo cumplido. Seis mujeres y cuatro hombres apuñalados y otros cien aterrorizados. Ha sido un buen día. Es hora de cambiarse y desmaquillarse. Le gusta este trabajo. Quién le iba a decir a él que un día acabaría haciendo de Jack el destripador en “El Pasaje del Terror”. Solo hay un pero. No hay forma de eliminar la pintura roja que se queda bajo las uñas. La verdad, es que parece sangre. Y, en el fondo, le gusta.
El Pasaje del Terror fue una atracción de feria que acogió La alhóndiga en 1988 y que aterrorizó a bilbainos y visitantes. Tras ser almacén de vinos y objeto de proyectos varios, el emblemático edificio acogió todo tipo de actividades. Hasta que, por fin, resurgió cultural y hermosa. Pero todos tenemos un pasado. Hasta las alhóndigas.
Tomás Ondarra y Jon Uriarte

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