lunes, 27 de febrero de 2012

TONETTI

TONETTI

FILÓSOFO DE NARIZ ROJA

Las cenizas de Tonetti fueron lanzadas a nuestras aguas. A la ría. Que no deja de ser, según la RAE, “una penetración que forma el mar en la desembocadura de algunos ríos”. Pero también es el “imperativo del verbo reír, tercera persona del singular”. Y algo de imperativo tiene la risa.-Ría usted, por favor, aunque no ayude el entorno-. Con Tonetti comprendimos que la vida tiene doble cara. Risa y llanto. Un circo ambulante. Donde una cosa es la pista y otra los bastidores. La procesión va por dentro. Sabía el payaso bilbaíno, nacido cántabro, que de la risa al llanto apenas hay una mueca. Circo y mundo no paran de girar. Por eso, no hay más remedio que pintarse la cara y salir otra vez a pista. Por eso nos sentimos orgullosos de ser de un lugar que levanta estatuas a payasos. Confiéselo. A usted también le pasa. Cada vez que un bilbaino atraviesa el parque de los patos, devuelve el saludo a Tonetti. Porque no es lo mismo hacer el payaso que ser payaso. Para lo primero basta con ser torpe. Para lo segundo hay que ser muy grande. La de Tonetti no es solo la estatua a un payaso, sino a una filosofía de vida. La de un Bilbao que siempre supo poner, ante los problemas y las adversidades, buena cara y mejor sonrisa.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

viernes, 24 de febrero de 2012

PASTEL DE ARROZ

PASTEL DE ARROZ

PASTEL MENTIROSO

Nunca nos quedó claro qué llevaba Caperucita en la cesta, ni por qué el lobo la quería. Para mí, que era un pastel de arroz. Tamaño cuento, añado. Con su moraleja y su todo. Porque lo de este dulce es digno de reflexión. No sé si saben, que necesita un día completo para nacer. Con su mañana, su tarde, su noche y su amanecer. En ese tiempo, crece un centímetro. De seis pasa a siete. Y alcanza su esplendor. Como sus hermanos “el ruso”, “la carolina” y “el bollo de mantequilla”, su poder muere más allá de Altube. A veces, traspasa la línea. Pero poco. No sea que le cojan cariño y no pueda regresar algún día. Al fin y al cabo, sabe que es único. Tanto, que puede triunfar sin ayuda de otros. Solo ante el peligro. O ante la gula. Porque este pastel no se come por hambre. Que lo sacia. Sino por placer. Que lo asegura. De ahí que el lobo lo desee y Caperucita lo proteja. Morderlo proporciona tal cúmulo de sensaciones, que no hace falta nada más. Quizá un sorbito de café con leche. Pero por tragar, que no por necesidad. Aun así, no hace ascos a formar en caja junto a otros. Un pastel con forma de cesta y sabor a fábula. Al fin y al cabo, lleva cuento. Y, además de moraleja, sabrosa mentirijilla. Pero se le perdona. Porque no llevará arroz, pero lleva patria.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

jueves, 23 de febrero de 2012

GRILLOS


GRILLOS

CONCIENCIA SIN PEPITO

No sé si saben que los grillos, además de ser conciencia pinochesca, pueden servir para calcular la temperatura ambiente. El total de grados centígrados será igual al número de cantos por minuto, dividido entre cinco y restando nueve al resultado. Ahí queda eso. No será la de la relatividad, pero la fórmula tiene su aquél. Una advertencia: Los grillos de Bilbao no hacen cri-cri. Al menos, no como los del campo. Puede que sea porque no son machos buscando hembra. O porque no lo necesitan. Les basta con tumbarse en un plato para atraer al personal. Tanto a ellas como a ellos, que igual le da. Comensales, me refiero. Porque serán de aspecto humilde, pero tienen mucho éxito entre la parroquia bilbaina. Cómo será la cosa, que podríamos sentenciar, aquí y ahora, que es el más autóctono de nuestros pintxos. La difícil sencillez hecha bocado. Un poco de verde, un poco de blanco y un toque amarillo. Sus tres colores básicos. La lechuga, le da frescura. La cebolleta, picante dulzura. Y la patata, seriedad y contundencia. Lo suyo es comerlo entero. De una vez. Cerrando dientes y tirando de palillo. Que no es pintxo que exija paciencia. Si no cabe en boca, será problema del cliente o exceso del tasquero.-¿Vamos a por grillos?-Quien escuche esas palabras en Bilbao, que no crea que va al campo. Va de bares. Tampoco es tan raro. Al fin y al cabo, no deja de ser senderismo.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

miércoles, 22 de febrero de 2012

VASO DE VINO

VASO DE VINO

EL CÁLIZ DE LOS TXIKITEROS

Tan macizo, como engañoso. Tan singular, como popular. Así era, alguno queda, nuestro famoso vaso de vino. Y digo nuestro, porque carajo importa dónde nació o quién lo creó. Lo que vale, es dónde reinó. Y lo hizo, ahora menos, en los bares y tabernas de ese cráter siempre despierto, hasta cuando duerme, llamado Bilbao. A diferencia de otros cálices, este nunca se acompañó de alimento sólido. Ni un triste mendrugo de pan. Ni una miga. De primero vino, de segundo vino y de postre, vino. El menú del txikitero. Llevaba, eso sí, banda sonora. La de las bilbainadas. Cantadas cerradas, pero abiertas al mundo. Y mucha historia. La de los “susedidos botxeros”. Servía para brindar por todo y por nada. Decían los críticos, que era mucho cristal para tan poco espacio. Qué sabrán ellos. Lo suyo era arraigo y punto. De ahí la gran base. La justa y necesaria, para asentarse en esa tierra inquieta llamada barra. Y de paso, ayudar al tasquero en las cuentas. Poco vino, pero lucido. Ofreciendo un trago noble. Rotundo. Solitario. Como mucho dos, para el principiante o para quienes andan desentrenados. Después, un golpe con el culo en la barra y a por otro bar. A por otro cáliz. A por otra ronda.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

martes, 21 de febrero de 2012

TXUPINERA

TXUPINERA

LANZADORA Y LANZADERA

Si el pregonero luce amarillo, ella presume de rojo. Pero no de uno cualquiera. Sino de famoso General. Zumalakarregi. Por aquello de las dos caras de Bizkaia. A diferencia del vocero de la fiesta, hablo del Pregonero, el de Txupinera es cargo de pocas palabras pero intensas. Lo suyo es más el ruido. El que nace silbido, para luego ser trueno. El del cohete que lleva mucha pólvora y aun más ilusiones. No es casualidad que sea ella quien lance el proyectil. Siempre fue la mujer quien mejor maneja los cohetes. La pólvora en mano y maniobra masculina, tiende a ser beligerante y a llevar peligrosa inquina. De hecho, la Txupinera es más terrenal. Prescinde de pomposos gorros y opta por txapela. Igual de elegante, pero más popular y callejera. Percha y botafuego lleva por instrumentos y una makila de roble, con alabado fundamento. Que una cosa es ser discreta y otra no mandar. Y ella manda. Mucho, además. Porque nos marca los tiempos. La cuenta atrás o la cuenta hacia delante, según se vea, para la semana más grande. Que su cohete no nos llevará a la luna. Pero nos la acerca nueve días.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

lunes, 20 de febrero de 2012

martes, 7 de febrero de 2012

TXIMBOS

TXIMBOS

A VISTA DE PÁJARO

No fue uno, sino muchos. Tantos, como habitantes tuvo la Villa. Siempre pequeños, siempre botxeros. Será por aquello de que Bilbao, desde el cielo, más que urbe parece nido. Va a ser eso. La respuesta al misterio y la razón de tanta visita alada. Eso, y que nuestro suelo siempre tuvo buen olor y mejor bocado. Fueran restos de bocatas, de patatas o de palmeras y barquillos. Fue tan popular su figura y tan eficiente su volar, que aterrizaron en el valle de las palabras. En ese árbol, que llaman diccionario. Pero no de cualquier lengua. Sino de esa oficiosa que se llama bilbaina y que a nosotros nos parece preciosa. Una vez en ella, dieron su nombre a jabones, a carabinas y a barcos. Y ya puestos, como estaban de ronda, nos otorgaron gentilicio alado. Ese que llevamos desde entonces, a mucha honra los bilbainos. Sea Chimbo o Tximbo, el bilbaíno, si es con diptongo, sabe que el suyo es rango de ave. Pero no de una cualquiera. Sino de aquella que, vaya donde vaya, sea en primavera o en verano, en otoño o en invierno sabe que cuando vuelva, le estará esperando el nido. Ese que llaman Bilbao y del que, por mucho que vueles lejos, en el fondo nunca te has ido.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

lunes, 6 de febrero de 2012

TURRONES IVAÑEZ

TURRONES IVAÑEZ

LA CASA DEL TURRÓN

Hay títulos que se ponen sin medida. En el caso que nos ocupa, es todo lo contrario. Se pecó de humildad. Y mucho. Porque aquello no era portal, sino casa. Y si me apuran, hasta mansión. No tanto por el continente, que no, sino por el contenido. En este rincón de Bidebarrieta el olor a turrón todo lo envolvía. Paredes, suelo y aire. De ahí que la chiquillería recorriera calles y callejones, esquivando charcos y piernas de mayores. Buscando el camino, a golpe de nariz. No era fácil, créanlo. Porque aquél puesto, oda al dulce, era de carácter inquieto y espíritu movido. Todo fuera por sobrevivir y crecer. Pero acabábamos por encontrarlo siempre. Incluso llegamos a hacerlo, bajo la lluvia de Diciembre. Porque mazapanes hay, hubo y habrá muchos. Pero con cuerpo de pequeño perro y sabor a nube, pocos o ninguno. Al menos, como aquellos que aquí refiero. Cierto que ayudaba al encantamiento el peculiar entorno. Gente con castañas asadas, globos de calzados La Palma y bolsas de una y mil tiendas. El universo habitual de un garabato llamado Siete Calles. Allí decidió Don Miguel dar cobijo a sus figuras de Jijona. Que no será el famoso de Belén, pero un portal de Bilbao es buena opción también.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

viernes, 3 de febrero de 2012

TRUFAS DE ARRESE

TRUFAS DE ARRESE

MARIPOSAS DE BILBAO

No me digan que no son mariposas. Al menos, a mí me lo parecen. Antes de desenvolverlas tienen dos alas. Eso se ve a simple vista. Y una vez desprendidas, cae polvo al tocarlas. Puede ser cacao o azúcar, pero polvo fueron ayer, hoy y siempre. Eso se nota aunque las abras deprisa. Cuenta Tomás, en la página vecina, que en Nueva York es por todos conocida. Servidor lo confirma. Y si hace falta, hasta lo firma. Es cierto que hay otras. Muchas, para ser sinceros. Unas artesanales. Otras industriales. Incluso son habituales, y muy buenas por cierto, las que se dicen son caseras. De ahí que su lograda fama, no sea asunto baladí. Que cuesta lo suyo triunfar en la bombonería. Y más, en el mundo de las trufas. Pero, no siendo dulce original, le pasa lo que a la boina. Que llegó a Bilbao de fuera y en casa pasó a txapela. Pregunta ahora por ahí, si no es esa prenda botxera. Pues lo mismo sucede con la trufa. Lleve consigo una, más allá de nuestra tierra. Dé a probar una de ellas, y nadie le dirá que nos sea ajena. Porque guardará en su seno chocolate, nata, naranja o café. Pero llevará también sabor, de eso doy fe, a esquina de Gran Vía.

Jon Uriarte y Tomás Ondarra

jueves, 2 de febrero de 2012

TROLEBÚS

TROLEBÚS

UN BILBAINO SOBRE RUEDAS

Desconozco si llovió o fue un día soleado. Solo tengo claro que tuvo lugar el 20 de Junio de 1940. Arrancaba el primer viaje del Trolebús. Su recorrido, Santiago-Misericordia. Toda una aventura. La primera de esas características en la Península Ibérica. Ahí es nada. Desapareció en 1976 y hoy solo sobrevive en viejas fotografías. Aunque aún quedan sus huellas. No estarán en las calles, pero si se fijan, podrán todavía verlas. Basta con buscar en los recodos de la memoria. Allá donde se encuentran los viejos sonidos y los añorados sabores. De los segundos mucho hemos hablado en este laminado recorrido botxero. Pero nos faltaban los sonidos. Como el del cambio de raíles o el de la ruidosa catenaria, cuando giraba el trolebús en su recorrido. Y luego estaba el color. Rojo intenso. Rojo inglés. De ese que heredaría después el autobús de dos pisos, ya huérfano de cables. Esto que cuento es tan cierto como que hay noche y día: Hubo un tiempo en que Bilbao fue museo viviente del ferrocarril, del automóvil y del autobús. Y entre sus preciados tesoros, lugar de honor ocupó siempre el trolebús.

Jon Uriarte y Tomás Ondarra

miércoles, 1 de febrero de 2012

LOS TRICICLOS DEL PARQUE

LOS TRICICLOS DEL PARQUE

CENTAUROS DE BILBAO

Centenario y de estilo romántico era su recorrido. Muy frondoso y aun más colorido. Por tener hasta tenía, aun tiene, su propio mar interior. Nació de la generosidad de Doña Casilda Iturriza y de la mente del arquitecto Ricardo Bastida y el ingeniero Juan de Eguiraun. Lo que denota origen de alta alcurnia. Que no es cuestión de pedalear por pedalear. Y menos, en un recorrido vulgar. Era la carrera de entonces, prueba completa y variada. Con etapas entretenidas y barquillos y bocatas por avituallamiento. Todos sus puertos eran de primera. Allí segundones, nunca había. Que eso es de gente sin fuste. Por culote, pantalón corto y por maillot, flamante tabardo. En lugar de bicicleta, tirábamos de oxidados triciclos. Que aportaban equilibrio y añadían señorío. Pedalear en ellos no solo acercaba destinos. También enseñaba a elegir buen camino. Que la vida no es sino un mover rueda, a golpe de esfuerzo e ilusiones y a merced de la suerte y las condiciones. Por eso fuimos centauros, antes de ser mayores. Porque hay que vivir fantasías siendo niño, para enfrentarse después a las realidades.

Jon Uriarte y Tomás Ondarra