jueves, 24 de noviembre de 2011

Aste Nagusia

ASTE NAGUSIA UN AÑO DE NUEVE DÍAS
Para empezar no es semana. Y para terminar, no está claro el número de días. Nueve dice la administración y diez la famosa canción. La de Marijaia, me refiero. La de Kepa Junkera. Y, qué quieren que les diga, viniendo de él y de Edorta Jiménez no entraré yo en disputas. Por otro lado, no va el tema desencaminado. Porque caben, en esa semana, tantos días como tiene el año. No se explica de otra manera que concite tantas citas y eventos, como el total de gente que la visita. Una de aquí, otra de allá. Que no es esta una fiesta cerrada. El chupinazo es la invitación y sin puertas está su entrada. Dicen que es tesoro y patrimonio cultural. No me extraña. Lo primero se sabe desde siempre. Que la alegría no cotiza en bolsa, pero está de capa caída. En cuanto a considerarla patrimonio, si la intrahistoria no es cultura, que suba a explicarlo el demonio. Mientras les aconsejo que, en asuntos vacacionales, guarden para Agosto una semana. O, al menos, algún que otro día. Los justos y necesarios para que la vida un ratito les sonría.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

Alfabeto Bilbao

ALFABETO BILBAO CON B DE BILBAO
Sí, ya sabemos que hay muchas y para todos los gustos. No será por falta de tipos de letra. Y quien dice tipo, dice fuente. Que queda más elegante. Pero hasta en eso, somos los bilbainos muy nuestros. De ahí que exista una escritura específicamente bilbaina. Y, siendo del Botxo, solo puede contener mayúsculas. Faltaría plus. Que escribir sin versales queda cutre, a la par que pobre. Sería como un quiero y no puedo. Así que nada de minúsculas. Además, tampoco se trata de escribir como quien silba. Solo en momentos importantes. De esos que dejan huella en la Historia con mayúsculas. Sea en documento, estela funeraria o inscripciones. Veintiocho letras, a cada cual más trabajada. Tanto, que algunas parece que lleven txapela y otras, como la “Ñ”, flequillo tipo chuleta. Casi todas aseguran fijación, a base de zapato. Pisando con garbo por si hay charcos o llueve. Y me gustan. Tanto, que exijo, aquí y ahora, incluirla como opción entre las diferentes fuentes de letra. Para que los correos electrónicos y los documentos importantes lleven el alfabeto de Bilbao marcado en sus venas.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

Alejandro

ALEJANDRO MAGNO Y GRANDE
A poca gente le sobra el apellido y le basta con el nombre, para ser reconocible. Y aun menos para que, al escucharlo en boca de alguien, sepas que hablan de un grande. Alejando fue uno de ellos. Taurino de afición, hasta de luces se vistió en su día. Fue en el Ercilla y sin toro ni respetable. Pero ahí estuvo, templando ante imaginado morlaco. No en vano, llevaba hasta en su seudónimo, aire de torero. “El niño de la prensa”. Como seguidor de raza de su Athletic, acudía al campo provisto de transistor. Para acompañar así, a lo que allí se veía, con el sonido que el futbol visto desde fuera tenía. Porque Alejandro, dio más importancia a lo contado que a lo visto. Que lo que ven los ojos, a veces, pasa. Pero lo que la boca grita, si lo hace bien, se queda. Por eso voceaba titulares y números. Tanto por calles, como por plazas. Fuera para vender periódicos o décimos de lotería. Para contar noticias sin ser licenciado o repartir suerte sin ser afortunado. O quizá fuera al revés. Porque nunca hubo mejor periodista, ni hombre con más suerte. Poca gente puede decir, “a nadie debo nada, porque nada tuve en la vida. Me limité a vivir cincuenta años, como pude la mía”. Grande fue Alejandro. Y Magno, también. Tanto, que conquistó el mapamundi. Sin necesidad de pelear por los cinco continentes. Le bastó con tirar de gracia, manejar verbo y utilizar su mejor arma: El “don de gentes”.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte