lunes, 16 de diciembre de 2013

De Bilbao ahivalahostia !!!

Kim de la India en el salón azul






El infógrafo, ilustrador y escritor Tomás Ondarra presentó ante una nutrida concurrencia el libro "De Bilbao ¡¡¡Ahivalahostia!!!" 



POR Txema Soria
El salón azul del hotel Carlton estaba hasta los topes, no cabía ni un alma más. Se presentaba el libro "De Bilbao ¡¡¡Ahivalahostia!!!", escrito por el infógrafo -comenzó su aventura profesional en EL CORREO, la continuó en "La Nación" de Buenos Aires y hoy es redactor jefe de infografía en "El País"-, ilustrador y escritor Tomás Ondarra. Un bilbaíno que ejerce como tal allá donde esté. Actualmente reside en Madrid. Tal vez por eso, por la lejanía, vuelve de cuando en cuando a través de la memoria a las calles de la villa donde nació y correteó, a la ciudad donde tuvo sus primeros amigos y donde por primera vez se enamoró. Al fin y al cabo, la única patria que tenemos es nuestra infancia. Un libro en el que se habla del Pagasarri, de Blas el de San Nicolás, la Karola, el Gargantúa, la cuadrilla, Marijaia, El agua de Bilbao, San Mamés, el Athletic.... La presentación corrió a cargo del editor Mariano Remiro (BAO Ediciones); Juan Mari Gastaca, que afirmó que este era un libro que rezuma bilbainismo en cada una de sus páginas; y Juan Cruz, el cual glosó el amor que tiene el autor por su ciudad. Señaló que Tomás es como Kim, el personaje de la novela de Rudyard Kipling, "Kim de la India", por su capacidad para ser amigo de todos a quienes conoce. Antes de que concluyeran las alocuciones tomó la palabra María Jesús Galarza, madre del artista, quien dijo que su hijo «es un bilbaíno de pura cepa». Los asistentes, una vez concluido el acto, pudieron tomar las famosas felipadas del Alameda, que cada día hace Paco García, con el vino seleccionado por Bodega Urbana, de Ana Martín, y disfrutar con la música del grupo Bilbao Mapamundi. Asistieron al festejo Iñaki Azkuna, alcalde de la villa, Mariano Gómez, Alfonso Gil, Luis Hermosa, Beatriz Marcos, María Jesús Ondarra, Ricardo Barkala, Garbiñe Atxalandabaso, el cocinero Mikel Población, Diva Casciani, Pedro María Población, Manu Iturregi, Gontzal Azkoitia, Ane Laburu, Sofía Muro, José Antonio Nielfa "La Otxoa", Lidia Martínez, María Loizaga, Manu Colás, José Julián Lertxundi, José Celio Marín, Isidro Elezgarai y Alberto González. Asimismo estuvieron Fernando Lamikiz, Itziar Unibaso, José Mari Amorrortu, Idoia Bilbao, el fotógrafo Luis Alberto García, Luis Tejido, Inma Vega, Endika Bilbao, Olga Guervos, Txema Álvarez, Ernesto Ruiz, del Rimbombín, Ángel Ruffo, Asier San José, Javier Gamboa, Amaia Porres, Imanol Garai, Íñigo Gorrotxategui, Javier Lertxundi, José Mari Amantes, Joseba Onandia, Alazne Santurtun, Marta y Yolanda Gómez, Marc Agüero, Miren Sánchez, Karmele Herranz, Josuka Díaz, Ángela García, Jesús Barrio, María Teresa García Elorduy, Ángel Ondarra, José Ángel Valerio, Kepa Rekakoetxea, Cruz Ágara, Juanma Seco, Idoia y Merche Martín, Susana Mugarza, Beatriz Gonzalo Ituarte, Marco Arévalo y Ana Martínez.

lunes, 26 de marzo de 2012

AZUL BILBAO

AZUL BILBAO

SANGRE AZUL

La gente se agolpaba curiosa, en la puerta de la tienda. Intenté adivinar lo que sucedía. Logré ver a un hombre en el mostrador y ante él, un desesperado dependiente. La cara del empleado mostraba angustia y un cierto grado de enfado. Pero, sobre todo, era el vivo reflejo de la duda.-¿Qué pasa?-peguntó un mozo intrigado-Dicen que un hombre ha pedido algo y no le entienden-respondió una señora, con vestido de vivas flores.-¿Y por qué no le entienden?-gritó un niño, hacia las caras de los mayores-Porque será extranjero-apuntó un señor de gafas oscuras y grandes bigotes.-Seguro que americano o ruso-comentó una chica con trenzas.-¡Pues menuda cola está montando!-Sentenció un jubilado de esos que no tienen que hacer nada y que siempre tienen prisa. Pero no. No era americano. Tampoco ruso. Era de Bilbao. Del centro, centro. Y solo quería que le vendieran un bote de pintura. Se había desplazado a vivir a Madrid y quería pintar la casa del color de su alma botxera. De azul. Pero no de un azul cualquiera. Cobalto, añil y blanco titanio. Sangre Azul. El color que ofrece el cielo del Botxo cuando, tras un día de lluvia, se unen tarde y noche y las nubes se alejan, otorgando perfecto broche. El azul Bilbao. El que no se puede explicar, aunque nos tiremos todo un día. Que se lo pregunten sino, al empleado de la droguería.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

miércoles, 21 de marzo de 2012

Bollo de Mantequilla

BOLLO DE MANTEQUILLA

BOLLO SIN NOMBRE

El niño, que hoy es hombre, se comía el azúcar espolvoreado antes de tocar la mantequilla. Lo hacía con precisión milimétrica. Utilizando, tan solo, la punta de la lengua. Como si de un afilado lápiz se tratara. Capturando, uno a uno, los minúsculos dulces de cristal. Después, lamía despacio el borde lateral. Con respeto. Evitando penetrar demasiado hondo. Lo justo, para definir la línea de las paredes. El final del proceso dependía del momento y la compañía. Y por compañía me refiero al resto del menú. Como más le gustaba, era untado en chocolate recién hecho. Orgía de sabores. Pero, otras veces, el chocolate se apretaba en onza y se acomodaba en la cremosa cama blanca. Su madre optaba por darle discretos mordiscos. Siempre limpios y medidos. Intercalados, entre sorbos de café con leche. Muy de señoras. Muy caliente A veces con azúcar, otras con sacarina. Su hermano, en cambio, lo abría impúdicamente. De par en par. Para dar buena cuenta de la frágil mantequilla, antes de tocar el bollo. Entonces no lo sabía. Pero aquél manjar era villano. Y fiel a su tierra, añado. Resulta extraño que no triunfara en otras. Puede que haga falta que la lluvia golpee los cristales de una vieja cafetería, para entender todo su duende. Pero hay algo que no se comprende. Un día nostálgico y orgulloso, el niño que hoy es hombre, lo llevó consigo a otras tierras. Y triunfó a la primera. Por lo tanto puede que el bollo de mantequilla, simplemente, no quiera ser famoso. De ahí que no tenga ni nombre. Es lo que tiene ser único. Es lo que tiene ser grande.

Jon Uriarte y Tomás Ondarra

martes, 13 de marzo de 2012

SAN MAMÉS. LA CATEDRAL

SAN MAMÉS

LA CATEDRAL

LA CATEDRAL DE LOS SENTIMIENTOS

La llaman Catedral del futbol. Pero se quedan cortos. En San Mames, cabe mucho más que futbol. Por tener, tiene hasta su propia atmósfera. Esa que te da la vida, con solo respirarla una vez. Incluso si no has estado, te mueve pulmón. Aunque solo sea para suspirar. Por haber estado y no estar. O por no haber estado nunca y no poderla visitar. Nació un año 13. Dicen que es mal número si no crece. Por eso sigue ella expandiéndose. Más allá de lo físico, hablo de lo metafísico. Porque ni Aristóteles podría entenderla. Siendo campo cerrado, abre mente y espíritu. En ningún lugar del mundo suenan los rugidos como en ella. Ni los goles. Tampoco el aplauso al contrario. Ni siquiera el cántico al propio. Porque la Catedral no es un campo. Ni un estadio. Es otra cosa. En ella hemos visto ganar ligas y pasear copas. Hemos llorado y reído, varias veces, por cierto, en un mismo partido. Nada raro. Pero no me pregunten por el nombre de quienes se sientan a mi lado. No hace falta saberlos. Porque San Mames nos quiere así. Todos uno. O mejor dicho, una. Que al fin y al cabo, somos familia. Por eso nos envidian los rivales. Por eso luce imponente, a punto de ser centenaria. Y por eso da igual dónde la pongan. La Catedral seguirá siempre en el mismo sitio. En el corazón y en la memoria. Entre las pocas cosas de la vida, que de verdad merecen la pena.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

miércoles, 7 de marzo de 2012

SANTO SAN MAMÉS

SANTO SAN MAMÉS

EL SANTO QUE SUSURRABA A LOS LEONES

Lo que son las cosas. Tantos años acudiendo a su vera y nunca me había fijado en el sorprendente detalle. San Mames, es un “chuleta”. Santo, sí, pero va sobrado. Basta con mirar su pose, para comprobarlo. Hasta el león aguanta estoico el desdén del muchacho. Que, por cierto, más que fiera parece gato. Será por aquello que de la osadía juvenil a todos abruma. Y no solo cuando la luce el santo. Es la misma que exhiben y pasean, quienes visten la mítica zamarra del Club. La roja y blanca. La eterna. La que recorre la alfombra verde del templo sagrado. La que adopta como propia, la concurrida y variada parroquia. Haciendo del Athletic, una compacta familia. Esa osadía presenta el santo en la reliquia. Pero en seguida descubrió San Mames, que aquello no era vida. Cierto que, a veces, le daban sonoras alegrías. Pero otras, sufría dolorosas sangrías. Fuera por méritos del contrario o deméritos del propio. Incluso, a veces, por culpa del colegiado o de esa diosa, griega y pecadora, a la que llaman Fortuna. Así que tuvo que colgar la aureola una tarde y remangarse. Para ayudar el domingo y el sábado que se viste de domingo. No les digo nada, cuando se pasó a jugar todos los días. Que si ese penalti, que si ese poste, que si un gol, que si beste bat. Y él pensando, “En mala hora no me dejé comer por los leones”. Y es que, el futbol, exige demasiados milagros.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

martes, 6 de marzo de 2012

PICHICHI

PICHICHI

EL REY GOL

Fue hombre antes de ser leyenda. Y jugador antes de ser trofeo. Su nombre empieza con “R” de red y termina con “L” de gol. Normal que, Pichichi y el gol, sean uno. Hablo en presente, porque el mito tendrá tumba, pero no tiene descanso. Es la suya una eternidad, que nace al morir. A veces antes. Como le pasó a él. Ya era icono, cuando calzaba botas. En el barro del rectángulo de los sueños, construyó las mejores ilusiones. Las propias y las ajenas. A tanto llegó su arte, que atravesó el tiempo y el espacio. Haciendo que su nombre sonara a grito. Ese que sale de las entrañas y fluye por la garganta. Ese, que bautizaron “goal” y nosotros llamamos gol. Palabra inglesa, que le gusta usar al botxero. También al resto de los bizkainos. Y al vasco en general. En realidad, a toda gente de bien con ganas de alegría. Por eso, al recordar a Pichichi, sonreímos. Porque lleva retranca. Nunca pasó desapercibido. Sus tantos estrenaron marcadores, campos y catedrales. Alegraron los afines corazones y tocaron otra cosa, en los ajenos, que también acaba en “ones”. Fueran jugadores, entrenadores, directivas o aficiones. Porque siempre le envidiaron. Por genio y por ingenio. Por clase. Hasta en el irse tuvo arte. No pudo intoxicarse como los pobres, no. Lo hizo con ostras, como los reyes
Jon Uriarte y Tomás Ondarra