Salada, verde y un poco picante. Así es la Gilda. Y puede que naciera en el donostiarra Bar Casa Vallés. Pero, lo siento por la Bella Easo, es una dama botxera. Al fin y al cabo Rita, para ser Gilda, tuvo que cambiar nombre y destino. Del Cansino hispano al Hayworth americano. No extrañe pues que recorriera, mal contados, cien kilómetros para acabar en otras coordenadas. Y, una vez aquí, convertirse en mito. De ahí que no haya barra ni bar sin ellas. Las cosas son así y así se lo contamos. Avisados están. Que hasta Glen Ford recibió un sopapo, por no conocer la historia. Porque basta con probar su versión pintxo, para comprobar que la Gilda es siempre amante traicionera. Lo mismo entra suave, que el paladar nos golpea. Todo dependerá del ánimo de la piparra. Aunque, siendo de Ibarra, es por lo general honrada. Marida bien con la antxoa, si lleva buena carne, equilibrio perfecto en salada y pasaporte oficial de norteña. Lo de las aceitunas es un detalle imprescindible, como pendientes en bella cabeza. Que no es la Gilda mujer cualquiera, aunque a alguno le parezca.
Jon Uriarte y Tomás Ondarra
Por favor, sáquenme de dudas que esto me tiene sobre ascuas.
ResponderEliminarReza su entrada "Que hasta Glen Ford recibió un sopapo". Pero mi memoria nebulosa y poco cinéfila se me rebela: ¿Quién recibió el sopapo, en realidad?"