-Lo siento, pero eso no es un ruso-Ofende a veces, lo sé. Pero tan sentencia lleva verdad. No nos lo tomen a mal, pero una cosa es que el pastel tenga un nombre y mil formas y otra que nos den gato por liebre. Por eso preguntamos si el ruso es de Bilbao. Sobre todo fuera del botxo. Porque el nuestro se parece a otros, pero difiere. Tanto en gusto, como aspecto. La parte eslava del mapamundi de la Villa, no tiene ubicación concreta. Cierto. Pero se la encuentra fácilmente, en su forma de pastel, en las confiterías de renombre. El ruso bilbaino, no podía ser de otra manera, es más alto y esponjoso que el resto. Para boca grande. O para pequeña pero habilidosa, que de todo hay. Conozco a quien ha viajado con ellos como mercancía, hasta el otro lado del planeta. Es lo que tiene el paladar. Que no entiende de imposibles, ni tampoco de distancias. Además es un “bien queda”. Bastan dos, para parecer docena. Llenan paquete y alegran el ojo. Pero, llegados a este punto, he de dejarles una advertencia. No intenten hacerlos en casa. Para que el ruso sea ruso, al menos en Bilbao, debe nacer en pastelería y vivir en escaparate. Solo así, se llena de los cuatro vientos y crece hasta ser imponente.
Jon Uriarte y Tomás Ondarra
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