viernes, 9 de diciembre de 2011

Basilica de Begoña

BASÍLICA DE BEGOÑA
LA CASA DE LA MADRE

No es el Vaticano ni la Meca. Pero no hay bizkaino o bizkaina que no peregrine o haya peregrinado a ella. Al menos, una vez en la vida. Sea por devoción o por afición. Futbolística, me refiero. Porque todo lo admite esta señora. Incluso ligas y copas o plegarias para evitar derrotas. Fue ermita antes que basílica y de ahí que sepa tratar a por igual todo el mundo. Sean baserritarras o señoritos. Al fin y al cabo, hasta en la casa más aristocrática hubo, alguna vez, alpargatas en la puerta. Por eso es tan versátil. De hecho, es tanto religiosa como, a veces, laica. Cinco siglos lleva así, y no va a cambiar ahora. Es tan de Bilbao, que se fue a vivir a una esquina para ver como era el Botxo sin ella. Y allí está, en el barrio que lleva su nombre. En Begoña. Azotea que mira hacia dentro. Apartada de todo, pero encima de todos. Tanto, que tiene una campana para cada hora. Veinticuatro. Ni más, ni menos. Las mismas que tiene el día. Así, no hace falta pedir vez si quiere usted ir a verla. Tampoco es obligado llegar hasta su vera. Basta con pasear por las Siete Calles, cualquier día, y buscar la placa “Santa María”. Desde allí la verá el paseante y desde arriba le verá ella.

Jon Uriarte y Tomás Ondarra

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