miércoles, 22 de febrero de 2012

VASO DE VINO

VASO DE VINO

EL CÁLIZ DE LOS TXIKITEROS

Tan macizo, como engañoso. Tan singular, como popular. Así era, alguno queda, nuestro famoso vaso de vino. Y digo nuestro, porque carajo importa dónde nació o quién lo creó. Lo que vale, es dónde reinó. Y lo hizo, ahora menos, en los bares y tabernas de ese cráter siempre despierto, hasta cuando duerme, llamado Bilbao. A diferencia de otros cálices, este nunca se acompañó de alimento sólido. Ni un triste mendrugo de pan. Ni una miga. De primero vino, de segundo vino y de postre, vino. El menú del txikitero. Llevaba, eso sí, banda sonora. La de las bilbainadas. Cantadas cerradas, pero abiertas al mundo. Y mucha historia. La de los “susedidos botxeros”. Servía para brindar por todo y por nada. Decían los críticos, que era mucho cristal para tan poco espacio. Qué sabrán ellos. Lo suyo era arraigo y punto. De ahí la gran base. La justa y necesaria, para asentarse en esa tierra inquieta llamada barra. Y de paso, ayudar al tasquero en las cuentas. Poco vino, pero lucido. Ofreciendo un trago noble. Rotundo. Solitario. Como mucho dos, para el principiante o para quienes andan desentrenados. Después, un golpe con el culo en la barra y a por otro bar. A por otro cáliz. A por otra ronda.

Tomás Ondarra y Jon Uriarte

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