TONETTI
FILÓSOFO DE NARIZ ROJA
Las cenizas de Tonetti fueron lanzadas a nuestras aguas. A la ría. Que no deja de ser, según la RAE, “una penetración que forma el mar en la desembocadura de algunos ríos”. Pero también es el “imperativo del verbo reír, tercera persona del singular”. Y algo de imperativo tiene la risa.-Ría usted, por favor, aunque no ayude el entorno-. Con Tonetti comprendimos que la vida tiene doble cara. Risa y llanto. Un circo ambulante. Donde una cosa es la pista y otra los bastidores. La procesión va por dentro. Sabía el payaso bilbaíno, nacido cántabro, que de la risa al llanto apenas hay una mueca. Circo y mundo no paran de girar. Por eso, no hay más remedio que pintarse la cara y salir otra vez a pista. Por eso nos sentimos orgullosos de ser de un lugar que levanta estatuas a payasos. Confiéselo. A usted también le pasa. Cada vez que un bilbaino atraviesa el parque de los patos, devuelve el saludo a Tonetti. Porque no es lo mismo hacer el payaso que ser payaso. Para lo primero basta con ser torpe. Para lo segundo hay que ser muy grande. La de Tonetti no es solo la estatua a un payaso, sino a una filosofía de vida. La de un Bilbao que siempre supo poner, ante los problemas y las adversidades, buena cara y mejor sonrisa.
Tomás Ondarra y Jon Uriarte
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