TURRONES IVAÑEZ
LA CASA DEL TURRÓN
Hay títulos que se ponen sin medida. En el caso que nos ocupa, es todo lo contrario. Se pecó de humildad. Y mucho. Porque aquello no era portal, sino casa. Y si me apuran, hasta mansión. No tanto por el continente, que no, sino por el contenido. En este rincón de Bidebarrieta el olor a turrón todo lo envolvía. Paredes, suelo y aire. De ahí que la chiquillería recorriera calles y callejones, esquivando charcos y piernas de mayores. Buscando el camino, a golpe de nariz. No era fácil, créanlo. Porque aquél puesto, oda al dulce, era de carácter inquieto y espíritu movido. Todo fuera por sobrevivir y crecer. Pero acabábamos por encontrarlo siempre. Incluso llegamos a hacerlo, bajo la lluvia de Diciembre. Porque mazapanes hay, hubo y habrá muchos. Pero con cuerpo de pequeño perro y sabor a nube, pocos o ninguno. Al menos, como aquellos que aquí refiero. Cierto que ayudaba al encantamiento el peculiar entorno. Gente con castañas asadas, globos de calzados La Palma y bolsas de una y mil tiendas. El universo habitual de un garabato llamado Siete Calles. Allí decidió Don Miguel dar cobijo a sus figuras de Jijona. Que no será el famoso de Belén, pero un portal de Bilbao es buena opción también.
Tomás Ondarra y Jon Uriarte
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